Yule, tiempo de renacer.
Por Laura Coletta
Yule es el solsticio de invierno, un umbral que abre paso a la nueva luz.
La noche del solsticio de invierno es la más larga del año. Las horas de oscuridad superan a las de luz, el frío y la noche dominan, y sin embargo es el momento en que el Sol, tras haber pasado los tres días de estasis (sol sistere = "detención" del Sol) en el horizonte con su luz tenue y débil "sale" ganando minutos de luz cada día. De la muerte a la vida, del final a la esperanza de una nueva luz, de un nuevo ciclo. ¡Qué poderosa señal debió de ser este acontecimiento para nuestros antepasados! Les daba la esperanza de que la estación oscura llegaría a su fin y un nuevo comienzo estaba listo.
Aquí, el tema del momento es el del despertar de la Luz, incluso de la Luz dentro de nosotras, y de la confianza en la Vida que renace, aunque todavía invisible. Las semillas aún están en el vientre de la Madre Tierra.
Este momento mágico era celebrado tanto por los pueblos germánicos como por los romanos. Era precisamente la fiesta del Sol Invictus, del Sol que no puede ser vencido, la que iba a ser en parte absorbida y suplantada por la Navidad cristiana, una fiesta que, sin embargo, sólo enfatizaba el aspecto del "nacimiento", separando y desplazando a otro momento lo que aquí, en cambio, es contemporáneo, a saber: en la noche más oscura ya está el germen de la luz, del mismo modo que en la "muerte" del Sol en su momento más bajo ya está su renacimiento. La muerte se convierte en transformación.
El Rey Oscuro, el Viejo Sol, muere y se transforma en el Niño Sol que renace del vientre de la Diosa: al amanecer, la Gran Madre Tierra da a luz al Dios Sol. Es la promesa del retorno de las energías de la primavera que, entonces como ahora, garantizarán la fertilidad de la tierra y la vida de plantas y animales. En un contexto más arcaico, el relato de la derrota del Dios Acebo, Rey del Año Menguante, por el Dios Roble, Rey del Año Creciente, marcaba el punto de inflexión del Sol, que dejaba de descender para ascender finalmente por el horizonte.
Se encendían hogueras para sostener su fuerza, su renacimiento y la reanudación de su camino "no conquistado". Yule también se llama la "Fiesta de las Luces", y no es casualidad que las luces de colores y las velas, los fuegos y los troncos estén tan presentes en nuestras tradiciones navideñas. Es una fiesta llena de alegría a pesar de estar sólo al principio del invierno. Se decoran objetos, se intercambian regalos y se come en grandes cantidades, como para sustituir lo que ya no está o, por el contrario, como señal de buen augurio para la abundancia que está por llegar. Una vez más, nuestros antepasados nos han transmitido una señal de confianza y esperanza en el futuro.
Ritual “Luces de confianza”
¿Qué necesitas?
Muchas velas o tea light (tú determinas el número después de la meditación), incienso al gusto, música al gusto, un pañuelo y elementos para decorar y caracterizar tu espacio sagrado o altar. El ritual debe hacerse en el solsticio y en la oscuridad, pero cada una se adapta según sus propias condiciones.
¿Cómo hacerlo?
Puedes preparar tu espacio sagrado con antelación, incluso días antes, siempre que lo mantengas limpio y sustituyas cualquier elemento deteriorado, como flores marchitas o agua estancada.
Prepara tu espacio sagrado, mantén la luz baja, pon música si ayuda a la introspección, enciende incienso, deja que el espacio se impregne del aroma que hayas elegido e inspira y expira imaginando que el incienso te purifica por dentro y por fuera. Ten a mano una vela y un mechero.
Apaga todas las luces que puedas. Si no te molesta, utiliza un pañuelo sobre tus ojos para permanecer en total oscuridad.
Experimenta la oscuridad durante un rato. ¿Cómo te sientes? ¿Te asusta la oscuridad?
Medita sobre lo que te da inseguridad o miedo pero sin apegarte a ello ni al diálogo mental que pueda surgir. Quédate todo el tiempo que puedas en la oscuridad, sin forzar, no desafíes tus miedos.
En cuanto sientas que es suficiente, descansa y enciende la vela. Quédate un rato con su luz. ¿Cómo te sientes?
Lentamente, elige una vela por cada inseguridad, miedo o desconfianza que haya aflorado durante la confrontación contigo misma, o que ya conozcas y de los que seas consciente.
Colócalas delante de ti, sin prenderlas. Haz círculos o figuras con ellas, dales un orden o forma que te guste.
Cuando cojas las velas y las coloques, recuerda a qué incertidumbre, miedo o inseguridad quieres asociarlas. De una en una. Con calma y suavidad.
Cuando hayas terminado de colocarlas, míralas y con la primera vela que encendiste, ayudándote de un palo si es necesario, prende las velas una a una, repitiendo: "En la Oscuridad nace la Luz”.
Quédate todo el tiempo que quieras contemplando estas llamas parpadeantes, cada una única en sí misma. Han encendido la esperanza donde había miedo e incertidumbre.
Cuando sientas cerrar el ritual, da las gracias a todos los elementos que fueron parte de esta ceremonia. Apaga la música y deja que el incienso y las velas se consuman por sí solas. Procura no dejarlas desatendidas.






